Por Mary Gaby Hubard
Hay veces que las películas, la televisión y el “boca a boca” contribuyen para formarnos una idea preconcebida de cierta situación, que en la mayoría de los casos es errónea. Tal es el caso de las subastas. Hablar de ellas para muchos, es hablar de millones de dólares, de obras incomprables y etiqueta rigurosa. Sin embargo, la realidad es completamente distinta, y ¿qué mejor que escucharlo de boca del hijo del fundador de la casa de subastas Morton, la más importante de México?
“No es tan complicado, puede venir quien sea, no te tienes que registrar, no tienes que comprar, no tienes que tener 10 millones de dólares en el banco para poder venir”.
Eduardo López Morton, nos platicó desde los inicios de esta casa de subastas. “Mi papá la fundó en 1988, al ver la oportunidad en un mercado que no existía aquí. Armó al principio una casa de antigüedades, que posteriormente empezaría a hacer subastas mensuales. Primero exclusivamente de antigüedades, pero eventualmente nos fuimos dando cuenta de que existía otro mercado, como el arte moderno, joyería, muebles. Y se fue expandiendo el mercado para llegar a lo que somos ahorita. Que si bien no somos una casa de subastas grande, ya podemos decir que operamos con regularidad y tenemos más de 75 subastas al año”.
Curiosamente, debido a ese miedo absurdo que genera este tipo de eventos, lo más difícil para ellos no es subastar las cosas, sino lograr que la gente vaya. “Porque tienen esa idea de que es una cuestión en la que se manejan millones de dólares, o que es muy difícil comprar, que es muy complicado o que los métodos del subastador son incomprensibles. O que si yo me rasco la nariz entonces ya me hicieron comprar el cuadro de no sé cuántos millones. Entonces, eso es lo que nos cuesta quitar”.
Pero esta serie de prejuicios no se hacen presentes únicamente en el comprador, sino también en el vendedor. “La visión de la compañía es acercarnos a la gente y decir oye, cuando te heredan un mueble o una pintura con los que no sabes que hacer, no los lleves a la Lagunilla o con el ropavejero de la esquina. Tráelo con nosotros, te la vamos a valuar, te la vamos a certificar y la podemos vender al mejor postor. Entonces, de alguna manera es algo que dentro del mercado, debería de funcionar muy bien en teoría. Lo que pasa, es que a la gente todavía le cuesta un poco entender que no es como que nosotros lo sabemos todo y les vamos a poner un cuatro, o vamos a venderlo más barato y entonces lo vamos a volver a comprar nosotros. De verdad es muy difícil explicar que no hay ninguna tranza de por medio ni nada.”
De hecho, comprar (o vender) en subastas tiene bastantes beneficios. “Es marginalmente más barato, aunque eso no significa que sea malo para el vendedor. Lo que pasa, es que el galerista tiene a sus artistas, los consigue, los vende y él cobra una comisión adicional para sacar su venta, nosotros no tenemos esos gastos adicionales. Las piezas no son nuestras, entonces cobramos una comisión muy chica pero que se venda. Y para el vendedor es mejor venir con nosotros, porque es más rápido y se le da el precio justo y máximo lo más pronto posible”.
Y los precios, a pesar de ser muy atractivos también son muy justos. “Los expertos ponen los precios de salida. Checan en la base de datos de ahí y las internacionales y en base a los precios similares dan un estimado en el mercado nacional.”
¿Cómo funciona? “Para pujar, necesitas dejar una tarjeta de crédito y dejar un contrato en el que te responsabilizas de pagar las compras que vas a hacer. Pero si no quieres comprar, puedes entrar sin dejar nada. Y en caso de comprar hay tres días hábiles para pagar. Pero eso de que si se cayó un poquito la paleta, ya diez millones de pesos. Eso no pasa. La gente que está ofertando es muy clara, si hay duda no se toma la oferta. Realmente no hay ningún problema”.
Para perder el miedo… “Hay que ir. Con una vez que vengan van a encontrar algo que les va a llamar la atención. Digo, no se van a hacer clientes asiduos y vengan a las 75 subastas del año. Pero son cosas que te llegan a interesar. Es como un restaurante, que te gusta. No vas todos los fines de semana, pero tal vez si unas 6 veces al año. Y con una vez que vayas, y pruebes alguna cosa y te quites el miedo de que la cocina es buena o mala. Así son las subastas, vienes una vez y te das cuenta de que es divertido, de que hay cosas interesantes, que hay precios accesibles. Y poco a poco, basta con venir va caminando solito. No es de invitación, no necesitan comprar, cualquiera puede venir, vestido como quiera. Hay que quitar las barreras de la gente que cree que todo esto es como se lo dicen las películas. Probablemente una subasta en Sotheby’s y Christie’s si sea así, pero ahí subastan Picassos y Rembrandts de millones de dólares, pero la enorme mayoría de las subastas a nivel mundial son cosas mucho más sencillas, con piezas mucho más accesibles, que la gente puede venir y puede disfrutar. No tiene ninguna restricción”.
Twitter: @MGHUBARD