Hasta hace algunos años, Abraham Levy era un hombre como millones. Atrapados en la cadena del consumismo, el trabajo, la ciudad y el “deber ser”. Su cambio fue en 2006 cuando decidió que quería vivir haciendo lo que le gustaba.
Antes llevaba la publicidad BTL para Camel, hasta que lo felicitaron por incrementar la participación de la marca en un 6%. Y renunció. Porque odia los cigarros.
Puso un restaurante, que tampoco fue su tipo de negocio. Después se asoció con las personas equivocadas en una agencia de BTL. Se quedó un año sin trabajo y decidió empezar desde cero. Partió rumbo a Morelia, con una bicicleta y una backpack a vender planes tarifarios de telefonía. Después puso su propio centro de distribución, hasta que un día se dio cuenta de que lo estaba haciendo por dinero. Por nada más.
“Y eso no me daba nada. Entonces, me acordé que tenía el proyecto de conocer todas las costas de México en un kayak. Y dije a mí me encantaría vivir haciendo eso. Y le aposté todo mi ser para hacerlo”
“Yo tenía la idea de cruzar un océano desde chavo. A mi abuelo le encantaban todos los documentales de la BBC, leía todas las revistas de la National Geographic, leía todos los libros de exploración y pues algunos me los compartía. Y me llamaba mucho la atención cómo había personas que se atrevían a cruzar el océano sin saber a dónde iban.”
Y así, de una semillita que se sembró en la mente de Abraham Levy desde pequeño, surgió una hazaña digna de presumir al mundo entero: ser el primer mexicano en cruzar de España a México remando en solitario.
Él no es una persona que se dedicaba al remo y por eso quiso hacer esta expedición. Sino todo lo contrario, aprendió a remar para poder hacer expediciones. “Tienes que echarte la teoría, hacer pruebas, mentalizarte, y el siguiente paso es: lánzate.”
En su primer travesía, recorrió las costas mexicanas en kayak, y en esta segunda de plano se lanzó de un continente al otro a bordo de su embarcación “Cascarita”.
“Se llama cascarita, porque en la primera expedición en el kayak me detuve en la costa en una comunidad de Oaxaca, y estaba todo el pueblo, me recibieron con un garrafa de mezcal, comida riquísima, la gente súper buena onda. Y había un chavito, de esos que preguntan de todo. Y me preguntaba oye y esto para qué sirve, y qué pasa si jalo esto, y me puedo subir al kayak. Todo lo quería saber. Entonces, acabé dibujándole un mapa de todo lo que venía navegando. Para ese entonces, yo llevaba un año remando en el kayak. Le platiqué todo lo que me había pasado, y de repente se quedó súper serio. Y callado. Veía el kayak, me veía a mí veía al mapa. Y me dijo, ¿de verdad vienes desde tan lejos en esa cascarita? Y sí. Es una cascarita, y sobre todo en medio del mar. Pero es una embarcación impulsada por la voluntad humana, capaz de llevarte tan lejos como tú quieras.”
Claro, no crean que la Cascarita es cualquier cosa. Es un bote de remo oceánico diseñado especialmente para el propósito que Abraham quería cumplir, y está equipado con la más alta tecnología de navegación. Una antena GPS, una antena satelital para el teléfono, control remoto del timón, 3 pares de remos, una bomba manual y una automática, una bala de rescate, dos teléfonos, dos estufas, bocinas a prueba de agua, entre muchas otras cosas más.
De España a Cancún, sin duda es una larga travesía. Salió desde el Puerto de Palos, y estuvo remando durante 20 días en el primer tramo. De ahí 58 días hasta tocar la Isla de Antigua, y de ahí a México como 26 días. “Mi madre siempre me ha dicho, haz lo que quieras pero haz algo. Ahorita se ha de morder la lengua de haberme dicho eso, pero pues yo le hice caso.”
Nosotros sabemos que hay dudas que a todo mundo le surgen cuando comenzamos a plantear esta expedición. El mismo Abraham nos lo comentó: “Las preguntas básicas de cualquier ser humano son: qué comías, dónde ibas al baño y dónde dormías.”
La primera, en cuanto a la comida:
“Es la que usan para el ejército, se llama comida liofilizada. Es un proceso de deshidratación por congelación, al vacío. Sublima el agua, y hace que la comida se conserve mejor. Comía huevos con jamón, postre como de arroz con leche, lasagna de carne o de verduras, pollo al curry, carne. La fruta fresca te dura diez días cuando mucho, si hace frío y en el trópico dos días. Y ya. Para el agua, llevaba dos máquinas especiales para desalinizar el agua. Una funciona con energía solar y la otra manualmente. Además de una reserva de alrededor de 100 litros de agua en el fondo del bote.”
La segunda pregunta no la hicimos. Y cuando lo cuestionamos que cuánto y dónde dormía, contestó: “¿Dormir? ¿Qué es eso?” Después se rio y nos explicó “te tienes que despertar cada hora o dos horas, para ver qué está pasando en tu bote a ver si todo en orden, checas radares, tu deriva. A veces cuando hace mucho calor aprovechas a medio día para dormir, o cuando hace mucho frío a medio día quieres remar para aprovechar que esté calientito.”
De hecho, tuvo un incidente relacionado con el asunto de la falta de sueño.
“Casi me plancha un barco un día porque me quedé sin baterías. Entonces, mi estrategia era prender el radar cada 45 minutos. Pero cuando remas 12 horas al día no te puedes despertar, así que en una de esas me quedé dormido. Afortunadamente fue un día que me tocó mucha calma y pude escuchar el barco, que era prácticamente una ciudad flotante. Entonces me acordé que me había quedado dormido. Y alcancé a prender el radar y la luz, brinqué a los remos y el barco ya estaba a 2 metros de mí. Alcancé a dar como 5 o 6 remadas y me pasó. Se siente horrible. Temblé el resto de la noche. Ya no me pude dormir.”
Y esperando que no sucedieran este tipo de percances, un día tranquilo, para Abraham a bordo de Cascarita era así:
“Idealmente, estaba en pie a las 4 de la mañana, me echaba un batido de proteína con carbohidratos, salía, checaba las condiciones cómo estaban, corroboraba el pronóstico meteorológico, y salía a la cubierta de cascarita. Empezaba a calentar literal como abuelito, porque ahí lastimarte es un gran problema. Entonces el mantenimiento al cuerpo era básico y hay que darle mucho tiempo a eso. Y ya que calentaba empezaba a remar, a esa hora está todavía obscuro entonces remas una hora, te detienes, comes algo más, remas otra hora, te detienes y ahí si ya desayunaba algo más fuerte. Me preparaba por ejemplo unos huevos revueltos con pan tostado y Nutella, un cafecito, un vaso de leche con chocolate. Y después repetía el ciclo, 9 o 12 horas.”
Claro, que no todo el viaje es oleaje suave, sol y remar tranquilamente. “Llegas a estar muy agotado, a tener un montón de miedo, a sentirte chiquititio. En el acercamiento a las Islas Canarias llegué hecho pedazos, bajé 15 kilos en 20 días, estuve al borde de la hipotermia, no dormí en 48 horas. Pero el miedo es lo que te mantiene vivo. Pierdes el miedo, pierdes la vida. Es un aliado.”
Lo mejor de esta experiencia: “la inmensidad, la sensación de que con cada remada te alejas de lo que conoces y te vas acercando a lo desconocido, dispuesto a hacer lo que tengas que hacer para llegar al otro lado. El silencio.”
¿En algún momento sentiste que ya no podías? “Te tienes que concentrar en lo que tienes que hacer para poder. Para mí la mente es impresionantemente poderosa. Si tú crees que no puedes, tienes razón. Si tú crees que puedes, también tienes razón.”
Abraham fue un niño que creció en contacto constante con la naturaleza, siempre inquieto, buscando su siguiente aventura. “Yo estaba en la azotea, o trepado en las bardas, o iba a ver qué había en la barranca de la casa del amigo. Siempre me encantó. En mi casa estaba prohibida la televisión. Podías ver una hora a la semana. No más. Entonces mientras que todos mis amigos hablaban de caricaturas, yo hablaba de jugar con la manguera, guerras de lodo, poleas. Cosas que a ellos no los dejaban hacer porque “se iban a enfermar”, pero si no estamos en contacto con la naturaleza, que es de dónde venimos, nos podemos enfermar de lo más grave que se puede enfermar el ser humano: del alma.”
Y así continúa, siempre curioso e intentando encontrar su siguiente aventura. De hecho, le preguntamos ¿Qué seguiría para Abraham Levy? A lo que respondió: si lo dijera, tendría que matarlos. Y nosotros después de meditarlo, preferimos conservar la vida, publicar la entrevista y esperar a que este aventurero nos sorprenda con su siguiente hazaña.
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