Disco de la semana: “Madonna”

En “Vogue”, una de las canciones que conforman la banda sonora que Madonna hizo para la película “Dick Tracy” en 1990, se mencionan una serie de versos reveladores: “When all else fails and you long to be / something better than you are today / I know a place where you can get away/ It’s called a dance floor”. Madonna encuentra en la pista de baile un lugar seguro y un refugio para olvidarse de todo lo demás, algo que no ha olvidado hasta el día de hoy.

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Las raíces de esa filosofía se pueden rastrear hasta sus inicios. Llegada a Nueva York para convertirse en bailarina, Madonna encontró en la música el hogar perfecto para hacer el trabajo operativo. Más allá de bailar, se convirtió en la proveedora de ritmos para hacerlo. Su primer disco, el aptamente titulado “Madonna” fue la primera gran demostración de muchas cosas, entre ellas, aquel amor por la pista de baile que proclamaría casi diez años después.

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En él se puede escuchar una tradición disco que se mantiene como la base de su éxito. Después de experimentar con el punk y de rodearse de mutaciones bailables, que iban desde Michael Jackson y Donna Summer, hasta Nile Rodgers y Human League, Madonna creó un disco que no solo reconoció de frente la influencia del disco en una época que pretendía olvidarlo, sino que además le agregó varias cosas más que revitalizaron su discurso.

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En “Madonna” nació el personaje que después se convertiría en ícono de una década neón. Escucharlo después de 35 años es redescubrir a alguien con hambre creativa y con una personalidad efectiva, para darle vida a cosas que iban desde canciones de amor adolescentes, hasta pasos de baile que encabezaron revoluciones ideológicas que todavía permanecen vigentes. Todo empaquetado en un álbum cuya columna vertebral era la inquietud de los cuerpos y el goce de moverlos.

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Aquí es donde se vislumbraba aquella mujer que sería ícono del empoderamiento femenino y de la diversidad sexual al servicio de la libertad, en un disco que parece ser descendiente directo de las revoluciones feministas de los setenta. “Madonna” es la reunión de todos los adjetivos que se ganaría después, en ocho canciones que se niegan a ser olvidadas.

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Y que no deberían. Después de tantos años, de tantas memorias acumuladas y de tantas versiones de un mismo personaje, Madonna permanece –y permanecerá– como uno de esos iconos difíciles de despedir y como una de las figuras clave para entender la música como vehículo de personalidades. “Madonna”, como la pista de baile de “Vogue”, es un gran primer disco para escapar de todo lo demás.