Disco de la semana: “Three Cheers for Sweet Revenge” de My Chemical Romance

La banda emo por excelencia, los chicos raros, los outcasts y tristes. My Chemical Romance etiquetados de muchas maneras, pero el transcurso de los años –aunque no las ha borrado del todo– ha demostrado que sobre todo, son una banda con un talento excepcional y un discurso poderoso.

A casi 16 años de la publicación de Three Cheers for Sweet Revenge, el disco ha adoptado un nuevo significado, no sólo entre sus fans, también en el panteón de la música contemporánea. Lo que inició como una historia de amor donde dos amantes eran separados en una balacera y el hombre acordaba darle mil almas al diablo para que lo reuniera con su amada, se convirtió en un disco mucho más personal, en el que la pérdida, la identidad, el miedo y más fueron parte esencial del disco.

Con la producción de Howard Benson, la banda pasó de la idea original a algo tal vez no más complejo, pero sí más fácil de escuchar. Los gritos no cesaron, pero ya no eran una banda de screamo y los solos de guitarra cercanos al metal se convirtieron en riffs mucho más eclécticos aunque sin perder fuerza.

La guía de un productor con el que al principio no se entendían los ayudó a encontrar un estilo mucho más profesional y aunque al principio creían que habían perdido el toque artístico por venderse a lo mainstream, poco tiempo después todos los integrantes aceptaron que se trataba de su mejor trabajo hasta el momento.

Helena abre el disco con un sonido gutural en el que Gerald Way canta acerca de su abuela fallecida mientras ellos se encontraban de gira, después la canción sube de tono y encontramos a ese –entonces– nuevo MCR. Give ‘Em Hell, Kid nos cuenta una historia de drogas, sangre y viajes desde Nueva Orleans, mientras que To the End nos lleva a una trágica boda.

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Las canciones del disco tienen temas que en esa época eran tabú para muchos, Gerard Way no teme cuestionar los roles de género, así como la sexualidad de los personajes que atraviesan sus canciones. En ellas, su audiencia encontró más que historias acerca del culto al suicidio –cosa de la que los medios acusaron a la banda– y demostraron que gracias a la manera en la que la banda exponía ciertos temas, realmente les habían salvado la vida.

Im not Ok (I Promise) es quizá la canción más famosa del disco. Una oda a los raros, a los perdedores, pero no una apología sino un sentimiento de soledad expresado a través de la ira. Tal vez por eso no fue difícil que la banda conectara con una audiencia adolescente, los que más se sienten incomprendidos y perdidos, My Chemical Romance les demostró que todos nos sentimos así.