Hace algunos años fue publicado “Difficult Men: Behind The Scenes of a Creative Revolution” de Brett Martin, un libro que encontraba un paralelo peculiar entre la llamada ‘era dorada’ de la televisión americana en la década pasada. Ahí, el autor ahondaba en las constantes de algunas series de televisión como “Los Soprano”, “The Wire”, “Breaking Bad” o “Mad Men”: el personaje del anti-héroe y las personas responsables de su desarrollo, los rostros detrás de aquellas series. Todos habían vivido situaciones similares y sus historias eran tan cercanas en forma y fondo que terminaron por crear una especie de revolución en la pantalla sin imaginarlo.
Si se piensa bien, algo así sucede en la música de esta década. Cambiar series de televisión por discos, escritores por cantantes y showrunners por productores no parece tan descabellado. Aquellos anti-héroes de la pantalla son, proporciones guardadas, las voces y versos de la música contemporánea. El rap, el reggaetón y los sonidos afrolatinos y caribeños son esa constante. Y, por lo menos en el mainstream, J Balvin y Bad Bunny (y sus productores Tainy y Sky) son algunos de los responsables.
Su función en la cultura popular reciente es incuestionable. Podrán ser provocadores de furia o generadores de aplausos, pero ambos han sabido incluir su discurso en casi todos los rincones de la música popular de los últimos años. Y, si alguna vez Jay Z y Kanye West celebraron su reinado en el hip hop con un álbum colaborativo, un disco de Balvin y Bad Bunny no suena como una mala idea.
No lo es. “Oasis” es apenas un EP acaso menos ambicioso que el mencionado “Watch The Throne”. En donde aquellos parecían construir un pedestal de oro, aquí todo es mucho más modesto. Esa constante está por todos lados, se siente casi como una pequeña síntesis de ella. Desde la diversión de “Mojaita” a la relajación de “Como un bebé”, todo aquí es una representación. Es un símbolo del triunfo de la minoría musical.
En “Yo Le Llego”, por ejemplo, ambos hacen mención a varios países del tercer mundo que parecen comulgar con ellos día a día. La interacción entre ambos es menos Lennon/McCartney y más Portner/Lennox, es decir, más un complemento que un contraste que crea himnos inmediatos. “La canción” es un ícono instantáneo y “Un Peso” con el vocalista de los Enanitos Verdes es aquello que le faltaba al reggaetón para triunfar por completo en un mundo de nostalgia excesiva.
Una de las lecturas de “Difficult Men” podría ser aquella que muestra a un puñado de creativos cambiando el panorama televisivo a base de la caída del tradicional hombre ejemplar de la televisión. En “Oasis” cae la idea de un pop occidentalizado, la noción de que el mainstream es ajeno. Eso, se sabe, vale la pena celebrarlo también.