El inicio de la segunda temporada de Fleabag muestra a la protagonista en el baño de un restaurante mientras –tranquilamente– limpia su cara llena de sangre. Al terminar, rompe la cuarta pared y le dice al espectador: “This is a love story”.
Así podría resumirse All Mirrors de Angel Olsen. Una tragedia escondida en una historia de amor, una contradicción, una sorpresa y algo hermoso escondido atrás de mucho dolor. La cantante lanzó su quinto disco en el momento más importante de su carrera. Su álbum anterior le valió fama internacional y aunque su estilo es bastante “tranquilo” para muchos, eso no evita que sea una sensación en cualquier festival al que va, Olsen es una artista que irradia energía, y cuando canta, simplemente crees todo lo que dice.
Olsen se alejó del mundo para este disco. Se exilió en Anacortes, Washington, para traducir el dolor que sentía, filtrar la felicidad y a partir de las dos cosas, crear una verdadera montaña rusa de emociones. Así es como pudo publicar Spring, una oda al futuro que tiene un eco de esperanza en una relación en problemas, así como Impase, un grito al aire por el pasado, que a veces es tan desgarrador que necesita una orquesta de fondo para poder sobrellevarlo.
Y así como Fleabag abre su segunda temporada con un golpe que nos confunde, All Mirrors hace lo mismo. Lark es un himno al desamor, una canción que, si no estuviéramos tan acostumbrados a las baladas dolorosas, sería una nueva forma de catarsis. El uso orquestal que Olsen eligió para el producto final –tiene otra versión del disco, mucho más serena– realmente enfatiza el subir y bajar que se vive en una relación, o en el proceso de enamorarse, sufrir, terminar y seguir adelante.
Olsen continúa en el circuito independiente, pero su música ya alcanzó la escala global, y aunque no llegue a ser tan conocida como otras artistas del momento, su música es la que más puede explicarnos lo que significa amar y sufrir al final de la década.
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