El manejo de tus expectativas es la llave de tu felicidad

Cuando nos dicen: “no tengas expectativas” puede mal entenderse muy fácil como apatía. La falta de éstas no es una falta de interés, ni dejar de tener objetivos. Todos tenemos expectativas en nuestras vidas: lo que queremos de la vida y en quién queremos llegar a ser. Pero la clave de la felicidad no está en que se cumplan, realmente radica en la gestión de las mismas. Si no hay expectativas, no puede decepcionarse.

Los budistas hablan sobre la “mente que quiere” y el poder de las expectativas para crear sufrimiento, y eso es cierto sobretodo cuando se trata de nuestras relaciones. Nuestra desilusión, irritación, enojo y tristeza surgen cuando otros no nos respondieron de la manera que imaginábamos y creemos que es su culpa, ELLOS hicieron algo mal. En lugar de centrarnos en nosotros mismos, siempre estamos mirando hacia el futuro y hacia los demás. Y eso es lo que nos mete en problemas emocionales.

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Nos presionamos e incluso obsesionamos con encontrar la carrera o la pareja perfecta, y como resultado es demasiado frustrante cada vez que esto no funciona o sucede. Estas tendencias pueden convertir a las personas en perfeccionistas, lo cual está lejos de ser un estilo de vida saludable. Parte de soltar las expectativas es aprender a fluir. Hay que saber identificar la fricción en las circunstancias. El momento en que empezamos a sufrir, porque vemos amenazadas nuestras expectativas, es momento de dejar ir y fluir con la situación.

Bajar las expectativas también es una oportunidad para desarrollar nuestra empatía. Entendamos que todos aquí estamos tratando de hacer lo mejor que podemos (y en realidad, nadie tiene idea de nada) y que cada persona actúa de acuerdo a su nivel de consciencia. No se trata de decepcionarse porque la gente no puede cumplir.

Y no es ser cínicos y negativos. De hecho, es ser optimistas. Lograr no tener expectativas habla de nuestra confianza interna, gratitud y empatía. Tener cero expectativas es un rasgo cognitivo que nos vuelve más independientes, porque no necesitamos nada de nadie más.

La aceptación es un rasgo increíble que necesita ser trabajado activamente. Cuando las cosas no funcionan como habíamos planeado, es mucho más beneficioso darse cuenta de que así es como funciona la vida en lugar de frustrarse ante la situación.

¿Se nos ha ocurrido pensar que nuestros planes tal vez no son tan perfectos como los de la fuente que nos creó? Aceptar los cambios, rendirse y ser flexibles, son la clave de una vida en paz.