¿Por qué hablar de los fun facts del café? Seamos honestos, beberlo es un lenguaje de amor a todas horas: disfrutar un libro en tu cafetería favorita, “un café” como excusa para conversar, o la dosis vital para despertar… ¡No es sorpresa que se consuman 2 600 millones de tazas al día en todo el mundo!
Aunque esta pócima de energía es la bebida más popular después del agua (y para algunos, la más importante) muy pocos sabemos lo que hay detrás de la cultura del café, empezando por sus orígenes.
¿Conoces la historia de cómo se descubrió el café?
Entre los fun facts del café, cuenta la leyenda que hace mil años, Kaldi, un pastor en Etiopía, vio que sus cabras habían enloquecido al comer las cherries de una planta. Las probó y se las llevó a su monje de confianza, el cual las rechazó y quemó… hasta que el olor hipnotizaste captó su atención, tanto como para servir la primer taza de café.
Vamos al grano: estos son los fun facts del café
El café puede desprender más de 900 aromas
Sí, entre más tiempo de tueste, más notas de sabor. Además, el origen determina los perfiles aromáticos: si se da en una altitud baja, con más oxígeno, tiene un sabor más tradicional (y se puede producir más). Con mayor altitud, la planta —a falta de suficiente O2 — produce ácido láctico para crecer, lo cual aporta cremosidad, esencia frutal y balance entre amargura y ligereza.
El primer café fue religioso
Podemos agradecerle al mundo musulmán por normalizar tostar unas semillas (porque no, no son granos) y diluirlos en agua. Entre el siglo X el XV, adoptaron esta bebida como su qahwah (en árabe significa “no tener hambre”). El café se volvió un gran recurso para hacer ayuno en Ramadán. Pero además de quitar el apetito, era un must para los monjes sufís en los monasterios de Yemen, que debían quedarse despiertos para rezar. Y por si era poco, este milagro que llegó a reemplazar el alcohol prohibido en el Corán, tenía beneficios medicinales.
Las primeras casas de café fueron todo un problema
En territorio musulmán, el café congregado sólo se podía consumir en Kaveh Kanes (“casas del café”) por hombres (las mujeres sólo en su casa), que se volvieron lugares de discusiones, revueltas y otras cosas prohibidas según la ley islámica, que no fue tolerante por mucho tiempo. En la Meca el café quedó prohibidísimo… era castigado con la muerte.
Las coffe houses en Europa pueden ser las culpables de la Revolución Francesa
En Europa las coffee houses (que surgieron en Venecia, 1645) fueron el lugar de los intelectuales. Penny universities, así les llamaban en Inglaterra, porque aquí, además de juegos y música, podías platicar con hombres de negocios y académicos. ¿Quién necesita una universidad cuando hay un a coffee shop? La época que antecedió a la Revolución Francesa estuvo llena de filósofos amantes del café. El rey de Prusia criticaba a Voltaire por su “asquerosa” cantidad de consumo y todo el dinero que se perdía (porque era caro importarlo); así que prefirió promover la cerveza y prohibir tostar café fuera de lugares gubernamentales por cuatro años.
Esta bebida tuvo que ser bautizada
Cuando se popularizó en Europa, aunque algunos pensaban que ayudaba a la sobriedad, era “la bebida del diablo” por sus orígenes musulmanes. Pero el Papa le dio un traguito y confesó que el drink de Satanás era tan deli que sería “un crimen dejárselo a los infieles”. En 1600 todos aceptaron el café en Francia e Italia, donde se inventaron nuevas formas de beberlo, como el espresso. Shoutout al Papa Clemente VII.
Tu café en la mañana le miente a tu cuerpo
La cafeína no nos da energía, evita que sintamos cansancio. Cuando nos queremos ir a dormir, la adenosina es una molécula que viaja al cerebro para bajar la epinefrina y adrenalina que nos mantiene despiertos. Nuestro cuerpo confunde la cafeína por una adenosina normal, sólo que su efecto es el contrario: deja que se siga produciendo epinefrina y adrenalina.
El café soluble es cortesía de un japonés
Con la industrialización y los trabajadores que dependían de su “java juice” para superar las jornadas laborales, el café se volvió la bebida de las masas. En 1903, en Chicago, Satori Kato patentó la primera versión de café instantáneo… pero no pegó. Y por eso se le acredita a George Washington, un inventor belga en Brooklyn, por hacerlo popular con el famoso Red E. Coffee, tan conocido que a finales de la Primera Guerra Mundial tuvo su boom entre los soldados del US Army que se vaciaban una lata entera de café soluble en la boca para tener energía.
¿Te puede dar una sobredosis de café?
Una taza de café tiene 95 miligramos de cafeína (cuatro veces lo que una de té). Como pesticida natural, la cafeína es letal para los insectos, pero nosotros tendríamos que tomar 70 tazas, ó sea, 15 litros. Es más probable que primero mueras de intoxicación por agua; pero ojo, la porción recomendada son máximo cuatro tazas al día. El peligro es cuando lo combinas con otras fuentes de cafeína dura.
La historia del “americano”
Uno de los fun facts del café es sobre el americano. En la Segunda Guerra Mundial los gringos extrañaban su casa, y más que nada, su average “cup of Joe” imposible de encontrar en Italia: la tierra del espresso o capuccino. Los locales se pusieron vivos y les vendieron espressos con vasos de agua caliente.
Brasil es el rey del café (Finlandia también)
Después de independizarse de Portugal en 1852, Brasil ya era el gigante del café gracias al trabajo de la esclavitud (in fact, fue el último país de América en abolirla). Hoy es el productor responsable de un 1/3 global (Vietnam, Colombia, Indonesia y Etiopía le siguen). Aunque el que lo supera es Finlandia, con el récord de coffee-obsession per capita (12 kg al año).
La primer arábica
Gabriel-Mathieu Francios D’ceus De Clieu (un oficial naval francés de nombre corto), se llevó su planta arábica a la isla caribeña de Martinica y dice la leyenda que todo café arábica (el más común en el mundo) viene de su planta, con la que tuvo que compartir la mitad de su reserva de agua en un largo viaje en 1720.
El descafeinado existe gracias a un poeta y in químico
En 1819, Johann Wolfgang von Goethe, le pidió al químico Friedlieb Ferdinand Runge que investigara porqué esas semillas cafés que consiguió en Grecia lo hacían pasar sus noches en vela. Un año más tarde, Runge logró aislar e identificar la cafeína. Pero fue un siglo después cuando Ludwig Roselius empezó a vender el descafeinado cuando culpó a la cafeína de la muerte de su padre. Eliminar ese veneno fue la misión de su vida: accidentalmente resultó que con agua de mar se podía.
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