En un lugar cálido, que invita a las buenas pláticas de sobremesa con una botella de vino, el amor y pasión por la pasta fresca se saborea con la primer mordida. Estas son las 4 razones por las que Barolo se ha convertido en uno de nuestros restaurantes favoritos de la CDMX.
Por qué Barolo se ha convertido en uno de nuestros lugares predilectos de pasta
Sus ingredientes son diferentes (en el mejor sentido)
En este lugar de comida mediterránea con un enfoque en la cocina italiana, se utilizan técnicas francesas como el demi-glacé (una base de fondo de 24 horas con pollo, cerdo y res) para lograr platillos inesperados. Si le preguntas al chef, la mejor pasta es —con buenos ingredientes— cualquiera. Y mientras el secreto para crear algo diferente y exquisito está en experimentar con sabores e ingredientes poco convencionales (como sesos y cachete) para lograr un balance óptimo, recordando que menos es más; lo cierto es que entre tantos imperdibles hay uno must.
El capelletti con lengua de res preparada por 12 horas, con pasta de trufa y parmigiano reggiano madurado por 24 meses, es preescriptor en materia de pastas. Sí, aquí podríamos concluir nuestra lista de razones para visitar a Orizaba 203 en Roma Norte.
Pasta fresca todos los días
Para el chef Rafael Prado, la regla de oro es que en las pastas rellenas, el protagonista debe ser el relleno y en pastas largas, debe ser la pasta. Es por eso que, en este lugar que apuesta todo por una preparación artesanal, las pastas largas se preparan con sémola y las rellenas, con harina doble cero como se usa tradicionalmente en Italia.
Pero la mente creativa de Barolo también sabe que se come con los ojos, por eso sus pasta fresca (que se prepara a diario) conquista a primera vista, gracias a la experimentación con tintes naturales de flores de temporada tan radiantes como la de cempasúchil. Después de Barolo, nuestra panza ya empieza a soñar con carbohidratos a color.
El tiramisú más espectacular de la CDMX (no me creas, pruébalo para comprobarlo)
Debo confesar que en un mundo donde existe el gelato, soufflé y crème brulée, el tiramisú nunca me ha atrapado. Pero hay un tiramisú por el que regresaría todos los días si la gula me lo permitiera: una receta que reinterpreta el clásico en su mejor versión.
Eliminando múltiples cucharadas de cocoa con las que —en las palabras del chef— te ahogas normalmente, y evitando a toda costa que sea un pastel más con rastro de huevo, este postre estrella se lleva todos los aplausos hecho con galleta destrozada, café, helado de café, una crema de mascarpone batida por 20 minutos y un sprinkle de coca. Me quito el sombrero.
Aprendimos a hacer pasta (literalmente)
Si bien conocemos varios lugares en CDMX donde puedes tomar una clase de pasta, pocos restaurantes te ofrecen una experiencia tan personalizada. Y es que, en este espacio, idealmente caben 2 personas más la chef, quien te explica el step-by-step para crear magia con sólo dos ingredientes. Pero no te dejes engañar, harina de trigo y huevo es una ecuación cuya fórmula debe ser cuidadosamente calculada con cada movimiento.
Desde formar la masa perfecta que se deja reposar por 12 a 24 horas, deslizarla por el extrusor para que quede como una hoja elástica, hasta aprender a doblarla en forma de tortellini, cappellini, pansotti y ravioli como poemas envueltos en un origami gastronómico, sentirás siglos de tradición en tus manos. Y la mejor parte es que no te quedarás con las ganas de saborear la fantasía que produce aprender a prepararla. ¿Clase de pasta y cena? No conozco un plan mejor para una date night.
De martes a jueves, con un costo de $1,500 por persona (que incluye un postre y una copa de vino o coctel), reserva tu clase en Barolo.
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