El siete de septiembre es
Es nuestro aniversario
Y no sabemos si besarnos en la cara o en los labios
Y aunque la historia se acabó
Hay algo vivo en este amor
Que aunque empeñados en soplar
Hay llamas que ni con el mar
Cuando una relación se termina, no implica que la llama se apague, en muchos casos el vestigio del amor queda por mucho tiempo, incluso por años. El 7 de septiembre es una de esas canciones que los amores que no fueron aman, porque les recuerda que tal vez incluso después de que la vida los alejó y cada uno siguió su rumbo, hay algo que ni siquiera el tiempo puede borrar.
Se trata de una de las canciones más famosas de Mecano y no es por nada, en muy pocos versos la canción te hace conocer que el fin de una relación fue el inicio de algo más, algo etereo que se repetía solo una vez al año. Una cena donde dos ex-amantes recordaban el pasado y al mismo tiempo imaginaban lo que el futuro les podría traer si volvieran a estar juntos.
Es una historia de desamor apta para las mejores novelas jamas contadas, y lo que la hace más trágica es que se trata de algo que en verdad sucedió. Nacho Cano Conoció a Coloma Fernández Armero cuando tenían menos de 20 años. Entonces él estaba empezando a despegar en la banda y sin embargo se enamoraron. A partir de esos primeros encuentros surgió otra de las canciones más famosas de Mecano, La fuerza del destino.
Coloma, con sus raíces firmemente plantadas al lado de Nacho, se convirtió en una especie de musa silenciosa, viviendo desde primera fila la efervescencia que los conciertos de Mecano provocaban, sintiendo la electricidad que emanaba de una banda destinada a dejar huella.
Pero no todo eran luces brillantes y aplausos ensordecedores. Los momentos tranquilos, en los que el dúo se refugiaba del torbellino de la fama en la tranquilidad de su hogar, eran igualmente preciosos. Pedían comida a domicilio, una extravagancia en aquella época, y disfrutaban de la calidez de su propio santuario, lejos de los reflectores.
A medida que Mecano seguía cosechando éxito tras éxito, incluso alcanzando reconocimientos internacionales, la pareja se enfrentaba a desafíos personales que probaban la fortaleza de su vínculo. Finalmente, una bifurcación en el camino los llevó por rutas separadas, marcando el fin de su relación romántica, pero no de su vínculo.
Cada año, el 7 de septiembre se convirtió en un ritual sagrado, un aniversario que ambos honraban con una cena en su lugar favorito, La Parra, que estaba cerca del estudio de Nacho. Era una noche en la que el pasado y el presente se entrelazaban, una noche de remembranzas tiernas y reflexiones melancólicas, una noche en la que la pregunta persistente, “¿Qué podría haber sido?”, se cernía en el aire, cargada de un anhelo silente y una promesa incumplida.
La canción 7 de septiembre, lanzada en 1991, inmortalizó su relación, una melodía cargada de nostalgia y amor no correspondido que se convirtió en un recordatorio perenne de su amor único. Incluso hoy, más de tres décadas después, la melodía sigue resonando en Coloma y en millones de hispanoparlantes.
La vida los ha llevado por caminos separados, con Coloma encontrando éxito en el mundo de la producción musical y publicidad, una carrera que, irónicamente, le debe mucho a su tiempo con Nacho. A lo largo de los años, su relación ha evolucionado, convirtiéndose en una conexión profunda, casi fraternal, marcada por el respeto mutuo y una admiración que trasciende el tiempo.
Hoy, como refleja su correspondencia actual, la historia de Coloma y Nacho es un testimonio de un amor que ha madurado y se ha transformado, una historia de dos personas que han aprendido a valorar la belleza de lo que compartieron, sin arrepentimientos, sin resentimientos, solo con la dulce melodía de un recuerdo que sigue tan vivo como siempre en sus corazones.
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